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Elena Garro para los estudiantes Patricia Rosas Lopátegui La colección de cuentos La semana de colores (1964), de Elena Garro, reeditado por editorial Porrúa en 2006, acaba de ser seleccionado por los Libros del Rincón para las Bibliotecas Escolares de las escuelas públicas de Educación Básica para su ciclo escolar 2007-2008. Resulta gratificante que un clásico en lengua española pase a enriquecer el importante acervo de las bibliotecas escolares de secundaria con un tiraje de 32 mil 728 ejemplares. La Secretaría de Educación Pública lo integró así al Programa Nacional de Lectura a través de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos. |
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En los cuentos de La semana de colores, como en toda la obra
de Elena Garro, la materia prima es mexicana, una materia que Garro revalora
y pone en tela de juicio. Al lado de las injusticias sociales, el hambre,
los crímenes, la corrupción y la falta de libertad aparecen
las atmósferas fantásticas, las preocupaciones sobre el tiempo
y el amor que no puede fructificar en el tiempo de los relojes. La autora
nos lleva por la memoria de su infancia que contiene el mundo legendario
y mítico de los indígenas. Aquí lo cotidiano es abolido
por la cosmovisión de los pobladores más antiguos del continente
americano; su mentalidad mágica disuelve lo racional y científico
de la visión occidental. Como los campesinos, la autora resuelve
los problemas del tiempo, el amor, el conocimiento y la muerte en la suprarrealidad,
o en la esfera de la imaginación, porque sólo ahí tiene
cabida la felicidad. La semana de colores contiene 13 relatos que han renovado la cuentística hispanoamericana como La culpa es de los tlaxcaltecas, donde Garro explora, a través del juego intertextual, el tema de la caída de Tenochtitlán, propone la abolición del tiempo cronológico histórico y disecciona la conjunción de dos cosmovisiones que se entrecruzan y fusionan para enfrentarnos a nuestra realidad mexicana mucho más variada y rica; en El árbol y El zapaterito de Guanajuato, muestra las injusticias y el racismo padecidos por los seres más desprotegidos de nuestro país, los campesinos, y expone las condiciones de miseria y explotación de los indígenas que emigran a la ciudad en busca de la sobrevivencia. Por El robo de Tiztla, Perfecto Luna, El duende y El día que fuimos perros se pasean los recuerdos de su infancia en Iguala, Guerrero, pero no poblados de “realismo mágico” –clasificación del mundo académico que ella rechazaba, pues decía que sólo había transcrito lo visto y oído desde niña, es decir, la realidad o la manera de entender el mundo de los pueblos indígenas que siempre han estado ahí. En El anillo, Camila está condenada a la repetición de su pasado lleno de miserias e injusticias. Todos los días vive la humillación del cacique que la despoja de su tierra, le mata a su hijo y se enriquece a base de explotar a su raza. Además tiene que soportar los golpes del marido borracho, y su existencia se convierte en un laberinto sin salidas a otras formas de vida. En Antes de la guerra de Troya, Elena habla del descubrimiento de la individualidad y del amor. El conocer rompe la unidad de las niñas protagonistas, quienes antes de leer La Ilíada eran dos en una. El conocimiento las desliga para siempre, y ahora, a partir de su yo, van a la búsqueda del amor. Al verse por primera vez a sí mismas, descubren la soledad. Ahora se dicen: te quiero porque no eres yo, por ser otra. Tanto en ¿Qué hora es? como en Era Mercurio, Garro reitera que el amor verdadero es saboteado en la realidad cotidiana. En este último irrumpe el elemento sobrenatural en el mundo de poses y arreglos sociales del protagonista. En Nuestras vidas son los ríos el tema del crimen reaparece, pero ahora en el contexto del México posrevolucionario. Sin duda, una de las cosas que llama la atención en los cuentos de La semana de colores es la manera en que Elena Garro ve la realidad mexicana. Una realidad que gracias a su persistente poder imaginativo aparece siempre renovada. El Grupo Editorial Porrúa reeditó en 2006, además de La semana de colores, Testimonios sobre Mariana (2006), y pronto hará lo mismo con otra de sus novelas, Reencuentro de personajes. Esperemos que sea el inicio de un reconocimiento permanente para Elena (Puebla 1916-Cuernavaca 1998), pues ya es tiempo de acercar a los lectores, sobre todo a nuestros jóvenes lectores, a uno de los escritores (así, en masculino, para abarcar a hombres y mujeres) más importantes que ha producido México. l |
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