EXCÉLSIOR, Nacional, 9 DE DICIEMBRE DE 2006, p.
19.
PARA ELENA GARRO SE HIZO EL COLOR DE LA AVELLANA
María Luisa Mendoza
“Para Elena Garro se hizo el color de la avellana,
el ocre tierno, el cacao, el hueso de durazno, la vainilla y el brillo
de la azúcar quemada. Elena Garro vive en los tonos más
asombrosos del café hasta que es caoba, desde el pálido
terciopelo de la gamuza. A veces el oro hace juego, el bejuco, el bronce
o la pana oliva. Elena Garro escribe su teatro, su novela, aquí
o en París, en Iguala o en Suiza, después de huir de la
nieve que es negra de noche y tiene espejos quebrados que parpadean. Elena
Garro acaba de publicar Los recuerdos del porvenir, la historia de Ixtepec,
un pueblo de cuartos aireados para que se vaya o se meta el calor, lugar
de corredores que trinan y aguas frescas, la plaza para oír y andar
la serenata, bailes caseros, muchos animales y la Revolución en
el horizonte, y los cristeros y los generales de las cuscas...”
Quise empezar así mi palabra en el Homenaje a Elena Garro por el
90 aniversario de su nacimiento. Coloquio internacional organizado por
la Universidad Autónoma de Puebla. Patricia Rosas Lopátegui
es en realidad el contrafuerte de este acontecimiento gozoso, pues ha
realizado una tarea titánica en honor de la Garro: la recuperación
de cuanto ha sido escrito en memoria de la más grande escritora
de nuestras témporas. La investigación de Rosas Lopátegui
no tiene par, incluido el diario nunca leído de la Garro, las notas
sobre ella, las entrevistas, la recuperación minuciosa y amorosa
que Elena no creería. Lopátegui es una gran vencedora de
tormentas sobre ella, inundaciones, malquerencias e ingratitudes. Su hermosa
terquedad nos ha dado otra vez la presencia maravillosa de la Garro: Elena
-oro, perla, estambre, lana, cabello rubio, ojos negros, sonrisa, personalidad,
agresividad, alegría, ironía, buen humor, inteligencia,
palabra-. De nuevo incurro en la repetición de una entrevista preciosa
que le hice el 13 de enero de 1964 para mi periódico El Día.
Yo era muy joven -ella, deslumbradora -y se nota en mi trabajo la admiración
sin medida despertada en mí. Ahora su hija, Helena Paz Garro, se
le acerca en el talento tal escritora de memorias únicas. No creo
en nadie más con la capacidad de ambas para traernos aquellos tiempos
de desgarramiento tenaz enclavado en el talento. Y en la Garro la desolación,
el abandono, la guerra sin cuartel por la paz contra su marido. Fue una
pareja bellísima en el desgarramiento tenaz enclavado en el talento,
los talentos de ambos, con la hija siempre presente, heredera de dos inteligencias
formidables.
He leído, pues, el pensamiento secreto de Elena Garro, y sacado
del ropero sus personajes amadísimos, cada uno explicado por ella
en esa entrevista para mí importantísima en mi vida profesional.
Digo que la cólera da lucidez, en ella es prodigiosa. Fue la escritora
más valiente de México. Miren si es fácil combatir
contra poderosos enemigos: un gobierno que no le era afín en nada
de nada, molinos de viento vistos incesantemente por Elena ante los cuales,
como El Quijote, estuvo dispuesta -guerrera tenaz- a echar abajo; penurias
increíbles en una mujer distinguida, acostumbrada a vivir en la
opulencia; pero, y sobre todo, la oquedad que horada en el alma la ausencia
del hombre hecho por Dios y la ley para proteger a la mujer, se supone
aún en pie esa verdad absoluta, hoy donde las parejas pares casi
no existen.
Me niego a suponer siquiera que Elena imaginara no trascender la grandeza
a la cual estuvo llamada. Elena Garro sí ha sufrido en su más
allá, en su espacio increado, muchos silencios absurdos de los
contemporáneos escritores abundantes y bien alhajados por las suertes,
las mafias y los decretos de extinguir a quienes, a su lado, en la orilla,
por supuesto, no los ovacionamos al pasar en sus carros de fuego. Pero
no podrá Elena negar que este homenaje es el primero de muchos.
Nadie ha negado su grandeza. El texto y el cuerpo en presente...
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