“Para mi sorpresa —continúa la académica—
descubrí que estaba frente a una escritora fantasma, a quien el
gobierno y el statu quo se habían encargado de desprestigiar acusándola
de «conspiradora, cabecilla de un complot comunista, enemiga del
régimen, traidora, loca, paranoica»… a raíz
de la masacre perpetrada en Tlatelolco en 1968. Pero en 1976 no lo sabía,
todo esto lo fui descubriendo con el transcurso de los años. Sus
tres libros publicados hasta el momento —Un hogar sólido
y otras piezas en un acto (1958), Los recuerdos del porvenir (1963) y
La semana de colores (1964)— eran inconseguibles”.
Dueña del universo
Así, entonces, Patricia se dedicó a rastrear la pista
de la enigmática escritora: “En 1980 llegué a la ciudad
de México con el propósito de investigar sobre Elena Garro,
pero no había nada. Lo único que me repetían era
que Elena Garro había traicionado o delatado a los intelectuales,
y yo no lo creía. Una escritora que critica tan fuertemente al
régimen posrevolucionario no puede haber traicionado los ideales
del pueblo. Pensé que había gato encerrado.”
La hoy prestigiada investigadora de la Universidad de Nuevo México
trabajó por los años ochenta bajo las órdenes del
director de Literatura del INBA, Gustavo Sáinz, época en
la que, según sus propias palabras, le ocurrieron cosas maravillosas.
“Un día —evoca— se me acerca un muchacho, creo
que de Chiapas, que andaba vendiendo sus libros. Traía entre ellos
nada menos que La semana de colores y Un hogar sólido y otras piezas
en un acto. Se los compré de inmediato. En ese momento me sentía
dueña del universo porque ya tenía la obra completa de Elena
Garro, los tres libros que había publicado hasta ese momento”.
El primer ensayo
“Ese mismo año, 1980 —sigue Patricia—, obtuve
una de aquellas becas INBA Fonapas de ensayo con la que me dediqué
a escribir sobre la novela que me había iniciado en el mundo de
Elena Garro. El taller lo dirigía Margo Glantz. Un fragmento de
este ensayo se publicó en el entonces suplemento dirigido por Gustavo
Sainz, La Semana de Bellas Artes”.
“Sainz —gran admirador de Elena Garro y uno de los pocos escritores
que la defendía— me proporcionó su dirección
en Madrid y le envié un ejemplar del suplemento donde aparecía
mi ensayo. Ella me contestó y esa carta la publiqué en Yo
sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro (Castillo,
1999), el primer volumen de su biografía”, concluye Patricia,
rememorando que fue Ignacio Trejo Fuentes, que por entonces trabajaba
en la misma Dirección de Literatura, quien le obsequió una
fotocopia de Testimonios sobre Mariana que estaba por publicar Grijalbo,
y es que Nacho era lector-editor en esa casa editorial: “Todavía
conservo —dice Patricia— la novela mecanografiada por la mismísima
Elena Garro.”
Asombrosa antología
Patricia Rosas Lopátegui recién ha publicado la asombrosa
antología Yo quiero que haya mundo (Porrúa, 2008), que si
bien se publica para conmemorar cincuenta años de la dramaturgia
de Elena Garro, incluye ensayos sobre la obra total de la escritora poblana,
de autorías tan disímiles como las de Salvador Novo, Miguel
Guardia, Emilio Carballido, Olga Harmony, María Luisa Mendoza,
René Avilés Fabila, Vilma Fuentes, e incluye un texto sencillamente
extraordinario de la narradora cubana Teresa Dovalpage, por citar algunos.
Especialista número uno en la obra de Elena Garro a nivel internacional,
Patricia considera que en el caso de esta escritora resulta imposible
separar su dramaturgia de su narrativa: “Fue ella quien rompió
con los parámetros de la literatura realista y construyó
nuevas estructuras escénicas en sus piezas teatrales, así
como en sus cuentos y novelas, introduciendo el llamado realismo mágico
en lengua española, aunque ella siempre rechazó esta clasificación
del mundo académico pues para Elena la realidad mágica en
su obra no era sino la representación de lo que vio, escuchó
y experimentó desde niña; es decir, la del pensamiento mágico
y milenario de la cosmovisión indígena que siempre ha estado
presente en México”.
Los textos de mayor antigüedad reunidos en Yo quiero que haya mundo
dejan constancia de la calidad de Elena Garro como precursora. El dramaturgo
Luis G. Basurto escribió en Excélsior: La presencia de un
poeta dramático como Elena Garro hay que saludarla con júbilo.
Hace sus primeras armas en la escena, y ya se destaca como un autor —así
en masculino vigoroso— que posee agudísima, “proustiana”
sensibilidad; claro instinto de la medida del teatro; un diálogo
coloquial y poético, que une la profundidad a la gracia, y un espíritu
mexicanísimo dentro de lo universal.
La personalidad literaria y personal de Elena Garro es tan polifacética
que cada uno de los autores aquí reunidos, nos dice Patricia, tiene
su propia Elena: “He aprendido que la única manera de deconstruir
para volver a construir y revalorar la figura y la obra de Elena Garro
no es contraatacando, sino poner al alcance de los lectores el acervo
de Elena Garro, sepultado por décadas. En México desafortunadamente
todavía no hay crítica; la crítica está determinada
por los grupos en el poder, entonces esas guerras no me interesan, son
desgastantes e inútiles.”
Para concluir, Patricia se permite hacer, por este conducto, un llamado
a la SEP para que incluya Los recuerdos del porvenir, La semana de colores,
Inés, Y Matarazo no llamó... Un hogar sólido, El
árbol, Felipe Angeles, Los perros, Benito Fernández, entre
otras obras de Elena Garro, en las lecturas obligatorias de todas las
secundarias y preparatorias de México, cosa en la que quien esto
escribe la respalda plenamente.
www.eve-gil.blogspot.com
http://www.siempre.com.mx/2884EVEGIL.htm
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