-Mayo-2009 María Luisa La China Mendoza nació un día como hoy hace 82 años en la capital del estado de Guanajuato y nació novelista, columnista, entrevistadora, cuentista, ensayista, activista, apasionada de las causas justas, revolucionaria del lenguaje, mujer de armas tomar. La trayectoria de Mendoza en la vida cultural mexicana se distingue por su originalidad, su diversidad, su irreverencia y su proliferación en todos los campos de la palabra escrita y hablada. María Luisa nació en 1927, en un periodo en el que la mujer no estaba destinada a educarse. Sin embargo, curiosa y rebelde, desoyó los preceptos patriarcales y, desde temprana edad, comenzó a escalar todos los peldaños necesarios para convertirse en una de los intelectuales más relevantes de México. María Luisa Mendoza –como Juan José Arreola– es una artífice de la lengua española. Su más reciente libro, De amor y lujo, obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero, convocado por el gobierno de Michoacán y el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 2001. - ¿Cuáles son los momentos de tu niñez que determinaron tu incursión en las letras? - La provincia cerrada, católica, clasista, familiar. Soy la clásica niña de una ciudad recoleta donde la sociedad era única e impenetrable, vigilante del entorno, guardadora eterna y celosa de la honra ajena de boca en boca. De allí quizá mi temor primario a las relaciones y la dificultad para creer deveras en ser querida, amada, celada, etcétera. Muchas salas de casas señoriales, patios enmacetados, azoteas luminosas, jardines, huertos, ascensos a los cerros, visitas a los templos, confesiones y comuniones; nacimiento del deseo, miedo, entendederas de ser de “las chicas” y “las grandes”, y así. He ahí mi bautismo con las letras, mis lecturas incansables, la sensación de volar diferente, y la manera criolla y antigua del habla del Bajío, de la cortesía, y de algo horrible: siempre pedir perdón.Escribo porque leí de niña incesantemente. Lo sigo haciendo, por eso no tengo miedo de la soledad, al contrario, soy muy feliz viendo correr el sol por mis cuartos y la luna en la noche. - ¿Qué papel fungieron tu padre y tu madre en tu vocación literaria y docente? - Escribo porque me pasé la cuarta parte de mi niñez en cama enferma de todo, con ardientes calenturas y durante la tifoidea de meses tuve que aprender a caminar de nuevo. Mi padre me llevaba libros y libros que yo devoré como un consuelo. Sigo haciéndolo, pero como un vicio, porque no conozco la vida de otra manera, no sé qué haría sin leer y por ende sin escribir. - ¿Cómo fue que te iniciaste en el periodismo? - Por hambre. Por vocación de escribir. Por la idea de la libertad sin horario, jefe presente, anonimato, compañeros ajenos a todo lo mío. El periodismo fue, es un descubrimiento de epifanía en mi vida. De mi periodismo vengo, a mi periodismo voy. Al periodismo le debo conocer el mundo, mi adorado París, mi literario Moscú, mi contemporáneo Nueva York, mi dulce Varsovia, mi revolucionario Chile, y mi borgeano Buenos Aires, mi Pekín de las Atribulaciones de un chino (china) en China. Me falta La Patagonia y Alaska, el paraíso de las menopáusicas. - ¿Cómo era el ambiente cultural en México en los años sesenta y setenta? - Era una plácida terminación de la fiesta, todo estaba a punto de terminar, se iba a cerrar el casino…Yo estaba casada, tenía un departamento propio, un perro, una beca en el Centro Mexicano de Escritores y aún creía en la amistad y el amor. Hoy pienso que ya no quiero a nadie, y miento, por supuesto. A algunos amigos –pocos– a mis hermanos, a mi compañero de veinticinco años en las querencias, y, antes, antes, a mi perro de ahora y a la memoria de mis perros de antes. Quiero también a los caballos y a los torturados toros de lidia, a los sacrosantos burros. A mis libros, míos escritos por mí, y a los de Virginia, León, Henry, Marcel, Sor Juana, Vladimir, Antón, Gabriel, etc. Sí, fui discriminada aunque tantas señoritingas lo nieguen en sus casos, sobre todo por vejetes, viejillas, politicastros, algunos periodistas recontramisóginos. Los meseros, los jurados, los lancheros, los jefes de minas, los porteros, los curas pestilentes, los colegas en las letras menores a mí, ni modo, otra vez los jurados, los que educen diccionarios, los snobs, los vegetarianos, los que hacen dieta siempre, los abstemios, los ex fumadores, los ex católicos, los ex mexicanos, y así. Me chocan las feministas-ex premistas, los marxistas implacables con los antipeje. ¡Ah, y los cristianos excluidores y los antologistas y, de nuevo, los jurados. - ¿Qué significa para María Luisa Mendoza escribir un cuento y/o una novela? - Todo cuesta un trabajo endemoniado. El cuento es como el amasiato, apenas te ibas enamorando cuando se acaba el placer; la novela es un largo matrimonio si bien te va, pesado, difícil, pero que viste mucho ante la sociedad. - ¿Te consideras una escritora feminista? - Estaría loca si no fuera feminista, pero en realidad me importa poco lo que les ocurra a esas señoras que no han hecho otra cosa que combatirme. Soy una mujer contemporánea, deseo el todo para nosotras las enaguonas, pero no tengo tiempo de ir a gritar mueran los hombres cuando todos, todos, me parecen preciosos, me quieren, los quiero, me desean, ídem, me ayudan, no andan viéndome de lado y criticando cuanto ser amo, vestido me pongo, peinado me hago, partido político al cual pertenezco, la religión que practico, la comida que sirvo, las películas que veo… Es una gran fatiga. - ¿Tus cuentos y novelas son autobiográficos? - Claro, todo lo vivido me pertenece y lo escribo, es mi propiedad gústeles o no. Mis padres son mis padres, mis hombres así me han amado, mis primos igual, mi ayer es el hoy acabándose. No he tenido becas en el extranjero, ni siquiera en África, para escribir de aquellos lugares y amores. Con trabajos he subsistido en mi país, no faltaba más. Soy mexicana, claro que tengo antepasados españoles, me apellido, lo saben, Mendoza Romero, pero eso de andar presumiendo a mi abuelito de ojos azules lo dejo para las y los inseguros, veracruzanos, tapatíos, yucatecos, etc. A mi gente no la invento, como a mi tío el almirante y a mi antepasada la condesa (de la que presumen tanto mis primos de Acámbaro), a mis amores no los garigoleo, ni tampoco me he muerto ni tan envejecido como mis personajes, pero tal dice mi joven compañero “para allá vamos todos”... - ¿Cuál ha sido el premio más significativo para ti? - Todos, claro, el Magda Donato porque fue el primero y estaba muy sola,
el Premio Nacional de Periodismo fue espléndido porque me puso
al lado de los meros meros carcamoneros. Tengo varios Nacionales pero
ése, dado por el gobierno de mi país, no tiene par (no tengo
otro país, otro idioma, otro apellido de colores, soy lo que soy
y ese reconocimiento me engrandeció para siempre). No tengo el
Xavier Villaurrutia como una muestra más de discriminación
y ninguneo. Tampoco el Sor Juana Inés de la Cruz por los mismos
jurados fusiladores. Todo eso se acabó. Ya no hay tiempo, ni ganas,
no concurso en nada, no quiero una sola humillación más. María Luisa La China Mendoza nació un día como hoy hace 82 años en la capital del estado de Guanajuato y nació novelista, columnista, entrevistadora, cuentista, ensayista, activista, apasionada de las causas justas, revolucionaria del lenguaje, mujer de armas tomar. La trayectoria de Mendoza en la vida cultural mexicana se distingue por su originalidad, su diversidad, su irreverencia y su proliferación en todos los campos de la palabra escrita y hablada. María Luisa nació en 1927, en un periodo en el que la mujer no estaba destinada a educarse. Sin embargo, curiosa y rebelde, desoyó los preceptos patriarcales y, desde temprana edad, comenzó a escalar todos los peldaños necesarios para convertirse en una de los intelectuales más relevantes de México. María Luisa Mendoza –como Juan José Arreola– es una artífice de la lengua española. Su más reciente libro, De amor y lujo, obtuvo el Premio Nacional de Novela José Rubén Romero, convocado por el gobierno de Michoacán y el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 2001. - ¿Cuáles son los momentos de tu niñez que determinaron tu incursión en las letras? - La provincia cerrada, católica, clasista, familiar. Soy la clásica niña de una ciudad recoleta donde la sociedad era única e impenetrable, vigilante del entorno, guardadora eterna y celosa de la honra ajena de boca en boca. De allí quizá mi temor primario a las relaciones y la dificultad para creer deveras en ser querida, amada, celada, etcétera. Muchas salas de casas señoriales, patios enmacetados, azoteas luminosas, jardines, huertos, ascensos a los cerros, visitas a los templos, confesiones y comuniones; nacimiento del deseo, miedo, entendederas de ser de “las chicas” y “las grandes”, y así. He ahí mi bautismo con las letras, mis lecturas incansables, la sensación de volar diferente, y la manera criolla y antigua del habla del Bajío, de la cortesía, y de algo horrible: siempre pedir perdón.Escribo porque leí de niña incesantemente. Lo sigo haciendo, por eso no tengo miedo de la soledad, al contrario, soy muy feliz viendo correr el sol por mis cuartos y la luna en la noche. - ¿Qué papel fungieron tu padre y tu madre en tu vocación literaria y docente? - Escribo porque me pasé la cuarta parte de mi niñez en cama enferma de todo, con ardientes calenturas y durante la tifoidea de meses tuve que aprender a caminar de nuevo. Mi padre me llevaba libros y libros que yo devoré como un consuelo. Sigo haciéndolo, pero como un vicio, porque no conozco la vida de otra manera, no sé qué haría sin leer y por ende sin escribir. - ¿Cómo fue que te iniciaste en el periodismo? - Por hambre. Por vocación de escribir. Por la idea de la libertad sin horario, jefe presente, anonimato, compañeros ajenos a todo lo mío. El periodismo fue, es un descubrimiento de epifanía en mi vida. De mi periodismo vengo, a mi periodismo voy. Al periodismo le debo conocer el mundo, mi adorado París, mi literario Moscú, mi contemporáneo Nueva York, mi dulce Varsovia, mi revolucionario Chile, y mi borgeano Buenos Aires, mi Pekín de las Atribulaciones de un chino (china) en China. Me falta La Patagonia y Alaska, el paraíso de las menopáusicas. - ¿Cómo era el ambiente cultural en México en los años sesenta y setenta? - Era una plácida terminación de la fiesta, todo estaba a punto de terminar, se iba a cerrar el casino…Yo estaba casada, tenía un departamento propio, un perro, una beca en el Centro Mexicano de Escritores y aún creía en la amistad y el amor. Hoy pienso que ya no quiero a nadie, y miento, por supuesto. A algunos amigos –pocos– a mis hermanos, a mi compañero de veinticinco años en las querencias, y, antes, antes, a mi perro de ahora y a la memoria de mis perros de antes. Quiero también a los caballos y a los torturados toros de lidia, a los sacrosantos burros. A mis libros, míos escritos por mí, y a los de Virginia, León, Henry, Marcel, Sor Juana, Vladimir, Antón, Gabriel, etc. Sí, fui discriminada aunque tantas señoritingas lo nieguen en sus casos, sobre todo por vejetes, viejillas, politicastros, algunos periodistas recontramisóginos. Los meseros, los jurados, los lancheros, los jefes de minas, los porteros, los curas pestilentes, los colegas en las letras menores a mí, ni modo, otra vez los jurados, los que educen diccionarios, los snobs, los vegetarianos, los que hacen dieta siempre, los abstemios, los ex fumadores, los ex católicos, los ex mexicanos, y así. Me chocan las feministas-ex premistas, los marxistas implacables con los antipeje. ¡Ah, y los cristianos excluidores y los antologistas y, de nuevo, los jurados. - ¿Qué significa para María Luisa Mendoza escribir un cuento y/o una novela? - Todo cuesta un trabajo endemoniado. El cuento es como el amasiato, apenas te ibas enamorando cuando se acaba el placer; la novela es un largo matrimonio si bien te va, pesado, difícil, pero que viste mucho ante la sociedad. - ¿Te consideras una escritora feminista? - Estaría loca si no fuera feminista, pero en realidad me importa poco lo que les ocurra a esas señoras que no han hecho otra cosa que combatirme. Soy una mujer contemporánea, deseo el todo para nosotras las enaguonas, pero no tengo tiempo de ir a gritar mueran los hombres cuando todos, todos, me parecen preciosos, me quieren, los quiero, me desean, ídem, me ayudan, no andan viéndome de lado y criticando cuanto ser amo, vestido me pongo, peinado me hago, partido político al cual pertenezco, la religión que practico, la comida que sirvo, las películas que veo… Es una gran fatiga. - ¿Tus cuentos y novelas son autobiográficos? - Claro, todo lo vivido me pertenece y lo escribo, es mi propiedad gústeles o no. Mis padres son mis padres, mis hombres así me han amado, mis primos igual, mi ayer es el hoy acabándose. No he tenido becas en el extranjero, ni siquiera en África, para escribir de aquellos lugares y amores. Con trabajos he subsistido en mi país, no faltaba más. Soy mexicana, claro que tengo antepasados españoles, me apellido, lo saben, Mendoza Romero, pero eso de andar presumiendo a mi abuelito de ojos azules lo dejo para las y los inseguros, veracruzanos, tapatíos, yucatecos, etc. A mi gente no la invento, como a mi tío el almirante y a mi antepasada la condesa (de la que presumen tanto mis primos de Acámbaro), a mis amores no los garigoleo, ni tampoco me he muerto ni tan envejecido como mis personajes, pero tal dice mi joven compañero “para allá vamos todos”... - ¿Cuál ha sido el premio más significativo para ti? - Todos, claro, el Magda Donato porque fue el primero y estaba muy sola, el Premio Nacional de Periodismo fue espléndido porque me puso al lado de los meros meros carcamoneros. Tengo varios Nacionales pero ése, dado por el gobierno de mi país, no tiene par (no tengo otro país, otro idioma, otro apellido de colores, soy lo que soy y ese reconocimiento me engrandeció para siempre). No tengo el Xavier Villaurrutia como una muestra más de discriminación y ninguneo. Tampoco el Sor Juana Inés de la Cruz por los mismos jurados fusiladores. Todo eso se acabó. Ya no hay tiempo, ni ganas, no concurso en nada, no quiero una sola humillación más. http://www.exonline.com.mx/diario/noticia/comunidad/expresiones/la_china_que_nacio_novelista/603020 |