GUADALAJARA, JAL. (Proceso).- Cuando la investigadora Patricia Rosas Lopátegui descubrió en 2001 a Nahui Olin a través del libro Nahui Olin. La mujer del sol, se sorprendió al leer los fragmentos literarios incluidos en el volumen escrito en 1993 por Adriana Malvido, pero se preguntó también por qué en tantos años de carrera (licenciatura, maestría, doctorado) en letras hispanoamericanas nunca había escuchado de ella.
Conocía de Antonieta Rivas Mercado, pero en realidad –lamenta– ninguna de las dos forma parte del canon literario. Fue un amigo suyo, el dramaturgo Reynol Pérez Vázquez quien le obsequió el libro de Malvido y desde que comenzó a leerlo “quedé fascinada con el personaje y la biografía”. Como el trabajo de la periodista se concretó en hacer la biografía y no una compilación literaria, apenas pudo vislumbrar esa faceta.
Fue así como le vino la idea de recopilar en un volumen la obra de Nahui Ollín (María del Carmen Mondragón Valseca), que ahora publica con el título Nahui. Sin principio ni fin. Vida, obra y varia invención, y que se presentó el sábado 3 de diciembre dentro de la XXV Feria Internacional del Libro de Guadalajara. El periodista Armando Ponce, cuenta, le ayudó a contactar a Tomás Zurián, quien ha dedicado su vida al rescate total de la vida y obra plástica y literaria de quien fuera amante del también pintor Gerardo Murillo, Dr. Atl. El la rebautizó como Nahui Olin.
Zurián, cuenta Rosas Lopátegui, le envió el material que Nahui publicó una sola vez en la vida hace más de ochenta años, para que pudiera ser reeditado ahora por segunda vez en el volumen de 657 páginas que edita la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL).
Se compilan sus libros Óptica cerebral. Poemas dinámicos, de 1922; Calinement je sui dedans (Tierna soy en el interior), de 1923, escrito por la autora en francés y traducido ahora por Rocío Luque; Á dix ans sur mon pupitre (A los diez años en mi pupitre), de 1924, también traducción de Luque; Nahui-Olin, de 1927; y Energía cósmica, de 1937.
Se incluyen además diversos poemas, algunos de ellos inéditos, que se presentan transcritos o en facsimilar, y notas periodísticas, entre ellas dos del Diario de Guatemala, que a decir de Rosas Lopátegui no se conocían en México y ella solicitó como parte de su investigación, escritas por la periodista Rosa Rodríguez López.
La primera es del 27 de marzo de 1926, un artículo ensayístico acerca de Òptica cerebral. Y el segundo, de 1927, enviado por la periodista desde la Ciudad de México a su diario, que es una especie de introducción al ensayo de Nahui titulado Nahui Olin:
“Nahui acababa de publicarlo en 1927 y se lo entrega como primicia a Rosa para que lo publique en el Diario de Guatemala y apareció ahí el 15 de julio de 1927, cuando ella estaba aquí como reportera. Mandó la nota, que es una nota introductoria muy bella y luego el texto completo de Nahui Olin, y el diario dice ‘exclusivo para…’.”
La investigadora de la Universidad de Nuevo México, Estados Unidos, especialista en la dramaturga Elena Garro, considera que apenas se está comenzando a estudiar y a descubrir a Nahui Olin, y que el trabajo de Zurián ha sido de un gran valor, pues sin él no se tendrían las pistas.
En este libro, Zurián, exdirector del Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del INBA, hace el prólogo “Nahui Olin: la incontenible pasión por escribir”, pero además fue entrevistado por Rosas Lopátegui y ambos mantuvieron permanente comunicación por lo cual el libro cuenta con una abundante cantidad de notas a pie de página.
¿Por qué se logra el rescate de los libros de Nahui, especialmente de los textos que escribió a los diez años de edad, en su pupitre? Cuenta Rosas Lopátegui que Nahui estudió en el Colegio Francés de Santa María, o de San Cosme, que era una escuela de monjas. Ahí les daban unos cuadernillos a las alumnas y las ponían a escribir sobre cualquier tema. La directora, Marie-Cresence, fue quien guardó los materiales por años. Hasta que un día, después de la publicación de Óptica cerebral, la monja se presentó al convento de La Merced donde vivían Atl y Nahui, para entregarle los cuadernillos. Nahui no estaba así que los entregó a Atl y le contó que había cargado los textos por años, sorprendida de la brillantez de la niña.
Cuando Nahui regresó, Atl le habló de la visita de la monja, le dio los libros y le dijo que debía publicarlos. Nahui “tuvo un flash back, recordó a su maestra con gran cariño, lloró de felicidad, fue a ver a su maestra y publicó el material”.
A decir de Rosas Lopátegui, Nahui conjuntó una fuerte naturaleza erótica, pero también rebelde, por lo que la califica de una mujer “sin principio ni fin”, que es la frase que da título al libro. l