Elena Garro: la insurrectaPor Revista Cuadrivio | Agosto 22, 20170 Comentarios
Patricia Rosas Lopátegui
Hace diecinueve años Elena Garro abandonó la dimensión terrenal y se fue al reencuentro de su hogar sólido. Se dio a conocer el milenio pasado como periodista, dramaturga, narradora y guionista, y recientemente, en el marco del centenario de su nacimiento (1916-2016), salieron a la luz pública sus versos en Cristales de tiempo. Poemas inéditos.[1] Elena Delfina Garro Navarro nació el 11 de diciembre de 1916 en Puebla. Al poco tiempo su madre, Esperanza Navarro, se trasladó a la capital del país; ahí transcurrieron los primeros seis años de su vida. Después el destino la colocó en el mundo maravilloso de Iguala –Ixtepec en Los recuerdos del porvenir, 1963–, un pueblo sureño en el estado de Guerrero. A los trece años los vientos intelectuales la devolvieron a la Ciudad de México, en donde terminó su primaria y realizó sus estudios de secundaria y preparatoria. Tomó clases de danza con Hipólito Zybin, discípulo de Pavlova, pues «su primera vocación fue ser bailarina».[2] En 1936 ingresó a la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México y se desempeñó como actriz y coreógrafa del Teatro Universitario, entonces dirigido por Julio Bracho. El 25 de mayo de 1937 se casó con Octavio Paz, a quien había conocido dos años atrás en una fiesta en casa de sus tías maternas. Recién casada viajó a España, en plena Guerra Civil. Paz iba invitado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. El evento tuvo lugar del 4 al 17 de julio de 1937. En 1938, una vez reinstalados en su país de origen, Octavio no le permitió a Elena continuar con sus estudios universitarios, ni hacer teatro ni volver a la danza. El 12 de diciembre de 1939 nació su única hija, Helena Laura Paz Garro, conocida en el ámbito familiar como «la Chata». Las precarias condiciones económicas en que vivían los consortes favorecieron a la ex estudiante de filosofía y letras. El salario de su marido era insuficiente quemando billetes viejos en la Comisión Nacional Bancaria y precisaba del ingreso de su esposa. Elena comenzó a escribir como reportera. Este oficio no opacaba a Octavio ni le creaba competencia, sino que producía dinero. De acuerdo con el material encontrado hasta el momento, la primera vez que el nombre de Elena Garro salió a la luz pública fue en 1941, como colaboradora de la revista Así. En este periodo publicó varias entrevistas y reportajes.[3] El 5 de diciembre de 1943 partió rumbo a Berkeley junto con Octavio Paz y su hija. Retornó a la capital mexicana en octubre del año siguiente. A mediados de 1945 emigró a Nueva York, en donde trabajó como editora y traductora de la revista Hemisferio, publicada por el American Jewish Committee. Después, a principios de 1946, emprendió el viaje hacia Europa siguiendo la carrera diplomática de su marido. Esta vez llegó al París devastado por la Segunda Guerra Mundial. El clan Paz Garro residió en el número 199 de la avenida Víctor Hugo. Elena se relacionó con un sinfín de personalidades de la cultura latinoamericana y europea, pero solo una de ellas hizo mella en su alma: Adolfo Bioy Casares. Garro y el escritor argentino se conocieron en la primavera de 1949.[4] Sostuvieron una relación amorosa durante varios años, aunque principalmente de carácter epistolar, ya que ambos estaban casados y radicaban en diferentes países. El 6 de junio de 1952 abandonó la Ville Lumière con dirección a Japón. Allá la esperaba su cónyuge. La familia permaneció en la nación insular alrededor de cuatro meses. Del Japón destruido por la guerra se desplazó a Suiza, país en el que se instaló a mediados de noviembre de 1952. Residió en Berna alrededor de tres meses. En esta ciudad, Elena fue atendida y se recuperó de una mielitis. Los Paz Garro se mudaron a Ginebra en febrero de 1953. Hacia octubre-noviembre de este año regresaron y se establecieron en México. Por fin, el 19 de julio de 1957, el poeta permitió que su esposa entrara al mundo de las letras. El grupo Poesía en Voz Alta dio a conocer por primera vez tres de sus obras en un acto: Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido. Los críticos de la época celebraron su lenguaje prodigioso y su propuesta existencial cimentada en la multiplicidad de realidades invisibles. Al mismo tiempo que se daba a conocer como dramaturga, Garro se involucró en la defensa de los campesinos despojados de sus tierras y dos años más tarde se le expulsó del territorio nacional por su activismo y por su supuesta conducta «inmoral».[5] En enero de 1959 ganó en un juicio las propiedades comunales de Ahuatepec, Morelos, junto con el líder agrarista Enedino Montiel Barona. El presidente de México Adolfo López Mateos la obligó a salir del país en febrero de 1959 para aislarla de la vida política y de los movimientos sociales. Su activismo y su rebeldía en contra de la sociedad patriarcal la exiliaron de México y se trasladó con su hija a Nueva York y después a Europa. Octavio y Elena se separaron a finales de los años 50. En el periodo de 1959-1963 Garro radicó principalmente en París. La escritora se reinstaló en su país de origen en junio de 1963 y siguió con sus actividades literarias y su lucha a favor de los pueblos indios, privados de sus derechos y de su patrimonio. A finales de ese año apareció Los recuerdos del porvenir, novela con la que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia. Poco después se alió con el político tabasqueño Carlos Alberto Madrazo Becerra,[6] ante la necesidad imperiosa de terminar con la violencia, las injusticias sociales y la corrupción electoral que sostenía al PRI en el poder sexenio tras sexenio. Pero en esta ocasión no hubo más tolerancia. La represión del presidente en turno, Gustavo Díaz Ordaz, y su gabinete se recrudeció a mediados de los años 60 y desembocó en la masacre del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. Este acontecimiento marcó a Elena Garro para siempre. Se le acusó injustamente, junto con Madrazo y otros funcionarios, de encabezar un complot comunista para derrocar al gobierno. En un montaje orquestado desde el poder en el seno del Movimiento estudiantil, se construyó una leyenda negra en contra de la reportera y activista.[7] El régimen necesitaba eliminar a sus adversarios: a Madrazo lo liquidó mediante un crimen de Estado, disfrazado como «accidente aéreo», el 4 de junio de 1969, y a Garro con el descrédito y el silenciamiento. Se le acusó de «traidora», cuando sabemos que fueron el gobierno y sus fuerzas armadas los que traicionaron a su pueblo al masacrarlo en la Plaza de las Tres Culturas. Y comenzó el ostracismo más feroz para Elena Garro. En 1972 madre e hija abandonaron México rumbo a Nueva York. Ahí radicaron dos años. Se les negó el asilo político. Se trasladaron a España, en donde residieron de 1974 a 1981. Años de hambre, soledad y terror. En México, Joaquín Mortiz rompió el silencio alrededor de su producción literaria y dio a conocer la colección de relatos Andamos huyendo Lola en 1980, mientras que Testimonios sobre Mariana obtuvo el Premio de Novela Juan Grijalbo, y dicha casa editorial la publicó en 1981. Los ocho mil dólares del galardón le permitieron trasladarse a París con su hija y sus gatos. En la capital francesa sobrevivieron de 1981 a 1993. Un día, a diez años de haberse instalado en la Ciudad Luz, comenzaron los preparativos para que la autora de Un hogar sólido visitara México en 1991. Elena, como «Ulises», había cruzado mares tenebrosos y desde 1968 seguía venciendo el hambre y la soledad. Con la venia de Octavio Paz, las dos Elenas permanecieron en suelo mexicano de noviembre de 1991 a enero de 1992. Después de una serie de homenajes por diferentes ciudades, regresaron a París. Meses más tarde se les invitó a vivir definitivamente en México con falsas promesas de empleo y de una casa. El 10 de junio de 1993 llegaron a su patria, misma que volvió a exiliarlas, ahora en su propia tierra. La escritora pasó los últimos cinco años de su existencia en Cuernavaca, silenciada y recluida en la miseria, la alta factura que tuvo que pagar por su eterna rebeldía en contra del poder. Elena Garro falleció de enfisema pulmonar el 22 de agosto de 1998. En su aniversario luctuoso la recordamos con una entrevista en la que escuchamos su pronunciamiento en contra del totalitarismo. En febrero de 1964, fecha en que apareció este diálogo entre la escritora y el reportero BHU, Gustavo Díaz Ordaz acabada de asumir la presidencia de México. La escritora no se imaginó en esos momentos que un destino nefasto la esperaba y que la enfrentaría con el político para el resto de su vida. La posición de la activista a favor de la democracia y la justicia social bajo el régimen autocrático de Díaz Ordaz propició un antagonismo que terminó en sangre. Para comprender mejor la cosmovisión de Elena Garro vale la pena acercarnos a ella a través de esta conversación. Las frases que emitió en 1964 nos hacen comprender por qué el Estado aniquiló su voz insurrecta, aún vigente hoy en día.
¿Qué espera usted de Gustavo Díaz Ordaz? (fragmento) Entrevista a Elena Garro [febrero de 1964]
BHU
Elena Garro, sentada sobre el piso entre todos los colores del otoño (castaños, almedra, sienas y oro) de los que –ella misma hecha en ocres– adora rodearse, lanza sus peticiones con una vocecita suave y bien educada: «Yo quiero que Díaz Ordaz haga la Reforma Agraria Integral. Con eso me doy de santos. Si no la hace, México va a terminar como un país de Centroamérica o como Venezuela, donde impera el terror y son víctimas de los demagogos». «Yo considero un pecado y un atentado contra los mexicanos no hacer la Reforma Agraria. El presidente que no la haga de verdad comete un acto criminal contra el país. Porque, además, el presidente no es más que un empleado del pueblo. No es Dios. Yo creo que Dios no dura seis años, ¿sabes? Si un administrador no satisface las necesidades, que se vaya. Puede haber otro más apto». (Elena ha seguido los acontecimientos políticos del país desde que tenía seis años y leía el periódico, de cabo a rabo, tirada en el suelo. Hace cinco, ella misma fundó un periódico semanal –junto con Cristóbal Rojas– en el estado de Morelos: Presente!, para defender a los campesinos de Ahuatepec que no tenían manera de publicar lo que allí sucedía. Ahora los campesinos de muchas partes vienen a verla buscando su apoyo. Elena los tiene en un alto concepto): «En México el campesino es el único que tiene una actitud civilizada: cuando es atacado y despojado viene a la capital a exponer sus problemas porque cree en la Ley y en la Constitución y las respeta. Son los que están en el poder los que a cada momento las violan, creyendo que con una represión organizada van a controlar a la gente, y eso no es cierto, la represión determina la violencia y la violencia es una reacción en cadena». (¿Qué es México para ti, Elena?): «México es un país extraordinario con un destino brillante, frustrado por una casta colonial de funcionarios». «La Historia de México se ha quedado inmóvil, porque la psicología del funcionario es la misma desde la Colonia. Hay que acabar con ella. Y la política, por ende, no es una política de ciudadanos, sino de colonos de nosotros mismos». (¿Hay una cultura en México?): «La cultura en México es colonial, de adorno. No hemos producido más idea que la Revolución. La función de la clase pensante es hacer la crítica y la crítica no se hace. Los intelectuales son escribanos de la Colonia dedicados a escribir laudos a los hombres de poder. Así, son ellos, los intelectuales, los que tienen la culpa de que los funcionarios tengan cabeza de funcionarios de la Colonia. Además, en México, no hay marinos, no hay científicos, y sin ellos la verdadera cultura no es posible. No hay más que abogados, doctores y arquitectos, y los economistas que existen no sirven más que para justificar los robos de los fulanazos. Desde que Hernán Cortés tuvo que fundar el Ayuntamiento de Veracruz para poder legalizar la Conquista, en México estamos dedicados a hacer oficios que justifiquen los despojos. Los economistas sirven además para cambiar la geografía: cuando nos conviene tenemos bosques y minerales, y cuando no, somos un país desértico». (¿Crees que ha habido algún progreso en México?): «¿Cuál progreso? No hacemos ni botones (“No, señora, botones no hay, la remesa de Francia no ha llegado…”). ¡Y hacíamos PIRÁMIDES…!». (¿Qué nos irá a pasar a los mexicanos?): «Afuera, en Europa, creen que va a haber revolución si no hay un cambio radical». (Pero, Elena, un cambio así es difícil…): «Qué va: ¡devolver lo que uno se clava es muy fácil!».[8]
NOTAS [1]Elena Garro, Cristales de tiempo. Poemas inéditos, edición, estudio preliminar y notas de Patricia Rosas Lopátegui, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014. [2]Patricia Rosas Lopátegui, entrevista con Elena Garro, diciembre de 1997. [3]Entrevistas y reportajes de Elena Garro recopilados por Patricia Rosas Lopátegui en El asesinato de Elena Garro, 2a. ed. aumentada, Monterrey, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2014. [4]Patricia Rosas Lopátegui, Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro, Monterrey, Ediciones Castillo, 2002, p. 186. [5]Véanse Testimonios sobre Elena Garro, op. cit., pp. 233-238; El asesinato de Elena Garro, 2a. ed. aumentada, op. cit., pp. 156-162. [6]El activismo de Elena Garro en relación con el madracismo se recoge en El asesinato de Elena Garro, 2a. ed. aumentada. [7]Véase: «Los asesinos se apoderan de la plaza», en El asesinato de Elena Garro, 2a. ed. aumentada, pp. 554-651. [8]Se compila en El asesinato de Elena Garro, 2a. ed. aumentada, op. cit., pp. 368-370.
________________ Patricia Rosas Lopátegui (1954), escritora, académica y editora mexicana, es catedrática en la Universidad de Nuevo México. Es la agente literaria de Guadalupe Dueñas, de Elena Garro y de Helena Paz Garro. Ha publicado la biografía de Elena Garro en tres volúmenes: Yo solo soy memoria (Castillo, 1999), Testimonios sobre Elena Garro (Castillo, 2002) y El asesinato de Elena Garro(Porrúa, 2005; 2ª ed. aumentada, UANL, 2014). Sus más recientes trabajos como editora se leen en Cristales de tiempo. Poemas inéditos de Elena Garro (UANL, 2016) y en las Obras completas de Guadalupe Dueñas (FCE, 2017).
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