Teatro completo de Elena Garro
Patricia Rosas Lopategui*

Este mes se cumple medio siglo de la primera escenificación de una obra teatral de Elena Garro. En el marco de ese aniversario, el Fondo de Cultura Económica pondrá en circulación en octubre el tomo que reúne las 16 piezas que escribió, compiladas por Patricia Rosas Lopátegui, quien también es autora del prólogo que acompaña la edición. En seguida presentamos una síntesis de las primeras páginas de ese texto.

Los inicios: Poesía en Voz Alta

Hace cincuenta años Elena Garro modernizó el teatro poético en lengua española al dar a conocer dentro del cuarto programa de Poesía en Voz Alta, el 19 de julio de 1957, tres piezas en un acto: Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido.

Entonces la escritora encandiló por primera vez al medio cultural mexicano. Sus piezas fueron deslumbrantes. Revistas y periódicos publicaron una serie de reseñas que refleja el ambiente que produjo la aparición repentina de un gran talento nacional. La revista Siempre!, por ejemplo, describió así aquella noche de poesía escénica: “era no solamente el estreno de sus piezas, ni solamente su debut en las tablas, sino su presentación literaria absoluta; (...) la expectación despertada por el anuncio del debut de esta nueva comediógrafa fue muy grande. Estaba la sala completamente llena la noche del estreno del cuarto programa de Poesía en Voz Alta, en el Teatro Moderno. (...) Mucho era lo que podíamos esperar quienes conocemos de Elena Garro, pero lo que nos ha dado, ha sido mucho, muchísimo más que cuanto nos hubiéramos podido imaginar…” (Este texto se recoge íntegro en El asesinato de Elena Garro).

La Agrupación de Críticos de Teatro eligió Un hogar sólido de Elena Garro como la mejor obra mexicana de 1957.

Lo importante de esas piezas –y lo que sorprendió en el medio cultural mexicano en ese momento– es que, como buscadora incansable de la esencia de las cosas, Garro acababa con los moldes teatrales al romper con el espacio y el tiempo realistas insertando la magia, el encanto de la poesía, de la libertad de espíritu, la embriagadora fuente de la vida. Garro demostró que el escenario teatral (sinónimo del escenario de la vida) sigue la “lógica” de los sueños. Todo puede suceder en escena, basta con imaginarlo.

En Andarse por las ramas, Titina, con un insignificante pedazo de gis rojo, fractura la mecánica de la cotidianidad al dibujar una puerta que la lleva a otra dimensión; Cándido, en El rey mago, arrea su caballito de cartón y lo hace volar; en Un hogar sólido, una cripta se convierte en la casa familiar. Elena le daba un nuevo giro a la dramaturgia en lengua española a través del elemento fantástico inesperado, le proponía al espectador asumir el mundo desde una perspectiva más auténtica y humana, alejada del materialismo canibalesco impuesto por los valores tradicionales, hipócritas y mediocres. Además, se convertía en renovadora de las palabras, artífice que recreaba las imágenes anticuadas. Su apuesta: no desechar las frases gastadas, sino abordarlas como el juego infinito de un caleidoscopio para inyectarles nueva significación. Sus obras surgen dentro de esa modalidad dramática de los principios existencialistas, expresados en términos absurdos, de los dramaturgos europeos, Beckett, Camus, Ionesco, pero lo novedoso de su teatro radica en que no trasplanta las corrientes vanguardistas europeas, sino que las modifica al sujetarlas a la especificidad de la realidad mexicana.

Una de las características de su teatro es el humor siempre al filo del sarcasmo. Garro es una gran conocedora de nuestra realidad y la capta con agudeza en todos sus contornos y vericuetos. En Un hogar sólido, Doña Gertrudis, la madre de la familia protagonista, exclama: “¡Qué gusto, hijita, qué gusto que hayas muerto tan pronto!”. Mientras que en Benito Fernández, rompe con el espacio naturalista al presentar una situación repulsiva y al mismo tiempo subyugante: Julián vende cabezas humanas en un puesto del mercado de la Lagunilla y grita, como si estuviera vendiendo tacos: ¡Cabezas! ¡Cabezas! ¡Las mejores de México! ¡Baratas las cabezas! ¡Cambie su cabeza para cambiar su suerte.

Pero en el espectro dramático de Elena Garro no todo es farsa. También recreó con maestría la tragedia griega en obras como Los perros, El árbol, El rastro. En esta última, le proporciona una nueva configuración al antiguo coro griego. El Hombre I y el Hombre II son personajes simbólicos que fungen como el alter ego de Adrián y al mismo tiempo emulan la vox populi de la sociedad machista mexicana. Ambos aparecen en cuclillas, fumando, afuera de la puerta del jacal de Adrián y Delfina, incitando y esperando que el joven esposo asesine brutalmente a su esposa embarazada, personificando el ciclo perenne de los valores opresivos de la sociedad patriarcal.

En noviembre de 1958, la Universidad Veracruzana edita el primer libro de Elena Garro, Un hogar sólido y otras piezas en un acto, ilustrado por Juan Soriano. Cabe resaltar la inclusión de Un hogar sólido en la segunda edición de la Antología de la literatura fantástica (1965) de Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, por ser el único texto de autor mexicano –dentro del archipiélago de escritores de la literatura mundial– seleccionado por tres relevantes escritores de habla hispana.

“Felipe Ángeles”: La tragedia

de la Revolución Mexicana

Felipe Ángeles constituye un caso aparte dentro de la dramaturgia de Elena Garro, pues es la única obra de carácter documental de la autora.

Pocos autores han desmitificado, como ella, la historia oficial mexicana hecha a base de traiciones. De sólida arquitectura dramática, Felipe Ángeles se hermana con El gesticulador de Rodolfo Usigli –dramaturgo a quien Garro conoció y admiró–; son piezas que muestran la simulación en que cayó la lucha revolucionaria a causa de generales sin escrúpulos, movidos por la ambición. Son obras claves del teatro histórico mexicano.

Si de niña Elena jugó a ser un general mexicano, la escritura dramatúrgica de Felipe Ángeles le permitió transformarse en un verdadero general de la Revolución Mexicana. El compromiso social que asumió en defensa de los campesinos a finales de 1956 –precisamente cuando acababa de concluir la primera versión de Felipe Ángeles– se refleja en el discurso del general Ángeles. En ese instante, asume su compromiso con los desposeídos y con la historia: “Debajo de ese cielo había mi casa; había mi padre; había mi patria llamándome: ¡ven aquí, niño Felipe Ángeles, no escapes a la ardua tarea de darme forma! ¡Mírame aquí en el mapa, con mi silueta rosa de cucurucho de domingo desparramando limas, capulines, jícamas! (...) No me abandones, niño Felipe Ángeles. (...) ¡Yo galopo, yo batallo, yo lloro al ver llorar al hombre que me sigue en la noche! ¡Arriba de mí, cruzando las sierras, una forma rosada me sigue...”. l

*Principal estudiosa de la escritora (Yo sólo soy memoria. Biografía visual de Elena Garro, Ed. Castillo, 1999; Testimonios sobre Elena Garro. Biografía exclusiva y autorizada de Elena Garro, Ed. Castillo, 2002, y El asesinato de Elena Garro. Periodismo a través de una perspectiva biográfica, Porrúa, 2005), actualmente imparte cátedra en la Universidad de Albuquerque, Nuevo México.

http://www.proceso.com.mx/impreso_nota.html?nta=142086